miércoles, febrero 28, 2007

El triunfo de las malas ideas II: Apertura electrónica

A los hombres nos encantan los botones. Parece que cada vez que apretamos uno halláramos el punto G del progreso. Los botones, en definitiva, significan avance y son, a pequeña escala, sucedáneos que satisfacen el deseo de opresión que todos llevamos dentro.

Sin embargo, la humanidad suele llevarse, en ocasiones, por fiebres irracionales que abrazan con fervor casi religioso casi cualquier avance hasta llevarlo al ridículo. Por establecer un símil actual. ahora todo el mundo piensa que el mundo se va a acabar por el cambio climático y todo se analiza, explica, estudia, bajo esa óptica; incluso el tsunami criminal del sureste asiático fue relacionado con este fenómeno.

Pues bien, regresando al asunto de los botones. Hay partes de nuestra cotidaneidad que se resisten a "botonizarse". Uno de ellos es la escobilla del water. Elemento higiénico arcaico que evolucionó, de los isopos usados por los romanos para limpiarse tras defecar, a ese nervudo trozo de plástico duro del que salen decenas de cerdas para limpiar, si se tiene a bien, la porcelana por la que se ha deslizado, cual adolescente en aquapark, ese trozo de desehecho orgánico llamado por muchos: mierda.

También se resisten a la "botonización" los portales. Aún hay que abrir las puertas con esos arcaicos instrumentos metálicos, dentados, agujereados o de diseño gagá, llamados llaves, matarile. Pero toda resistencia, ante la fervorosidad "botonaica", termina por ceder y siempre hay grietas por las que se cuelan estos botones. Así, han aparecido los portales con apertura electrónica. Una mala idea que está triunfando.

Los portales que tienen este sistema de apertura no presentan una mejora sustancial, ni en seguridad, ni en comodidad, ni en nada. Simplemente es una manera distinta de abrir la puerta, pero con sus inconvenientes.

El primero de ellos es que como es eléctrico depende de eso que se da en llamar luz. Y si no hay luz, no hay sistema, y por mucho que oprimas el botón la puertecilla no se va a abrir, majete.

Y es que, además, como cruel venganza al imperio de la mecánica llave y manilla. Los técnicos operarios en instalaciones de aperturas eléctricas eliminan las manillas de los portales, de tal manera que sólo pueden abrirse con el sistema eléctrico o con la llave (como es lógico). Así las cosas, si se estropea el sistema de apertura... no podrás salir si no tienes llave. Esto viene muy bien cuando hay un incendio, una suegra pesada u otro tipo de circunstancias que nos impulsan a coger la puerta e irnos.

Otro de los inconvenientes de estos inútiles sistemas es que necesitan el botón dichoso, el cual, sabe Dios porqué, nunca es colocado en la puerta, sino en algún lugar del portal. Así que si no eres del edificio, has llevado a tu novia a casa y dejado a la puerta, cuando intentes salir tendrás que deambular un rato por el portal en busca del interruptor perdido, al igual que tu dignidad. Hay comunidades benévolas que indican con grandes carteles el lugar donde se halla la moderna "apertura electrónica". Aprietas y suena ese zumbido; para acto seguido preguntarte: ¿seguirá abierta la puerta para cuando llegue desde el interruptor a ella? Curiosamente, sí.

Pero vayamos un poco más allá y felicitemos, como se merece, a los comerciales que convencen a los administradores, presidentes, propietarios y demás inquilinos de que lo que su comunidad y portal necesitan es una apertura electrónica que convierta esa gris edificiación en un moderno complejo con sistemas propios de un pentágono. Felicidades.

Recordemos que estos sistemas no hacen desaparecer las llaves, que no aumentan la seguridad, no reducen los pasos, no son más eficaces, duraderos o sencillos... En definitiva, son una estúpida idea que tiene éxito por un extraño afán de modernidad. Un toque chic en una comunidad cualquiera de una calle cualquiera en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera en un país que ya no es.

En definitiva, el último intento de abrazar una modernidad que ya quedó relegada. Al igual que esas decenas de bares o comercios que se llaman "Modernos" y presentan ese limo amarillo en los vasos, escaparates, rotos y demás signos evidentes del implacable paso del tiempo. Y es que no hay nada más antiguo que algo que se tilda de moderno.

Sigo pensando...

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