miércoles, abril 30, 2008

Recuerdo grabado al fuego

ATENCIÓN esto ha sido hecho en un hogar familiar, sin supervisión paterna (Valencia) y con algo de autoprevención. Se ruega a todos los menores de edad y a los mayores también que no lo repitan, que para eso lo estoy contando ahora.

Hoy me apetece hablar del fuego. No voy a dar definiciones científicas porque no soy científico. Así que definiré el fuego como todo aquello que se mueve más hacia arriba que hacia abajo, no es sólido, da mucho calor y se apaga con agua o mediante asfixia (no usar las manos para estrangular al fuego).

A continuación voy a enumerar las cosas que he quemado en mi infancia:
- Puerta del baño (con alcohol)
- Ventana de mi madre (con mechero)
- Macetero de madera (con mechero)
- Alfombra del salón (con bola de papel incendiada)
- Cortina de mi cuarto (con un pequeño proyectil casero de mi inesperada invención)
- Tapón del desagüe del lavabo (con alcohol dentro y el tapón puesto)
- Plastidecores (con mechero)
- Un playmobil (con mechero)
- Varias plantas (riego con alcohol y mechero en función de la planta)
- Fundí una peseta (gas de la cocina)
- Bics (con mechero)
- Aviones de papel ("meidei, meidei") (empaparlos en alcohol descompensa el avión y, por tanto, su vuelo)
- Un par de moscas (con mechero y encapsuladas)
- Algodón (empapado en alcohol)
- Colonias varias (con mechero)

El fuego, como se ve, me atraía de pequeño. Sólo me quemé una vez (ampollas que pasan), por dos que me han quemado. La primera vez que lo hicieron fue con una bengala de esas cuyas chispitas no queman, pero la varilla sí, ¡¡¡garrulo!!! La segunda fue una cría poco experimentada en estas lides que cogió una vara de mi pequeña hoguera y me la espetó en la mano. Multipliquen por diez el dolor agudo de un chinazo de pitillo y sosténganlo en el tiempo durante más segundos. Les aseguro que duele.

No sé cuándo dejé de quemar cosas, pero sí que en el instituto ya no lo hacía... Hasta que descubrí que otros niños tenían estas mismas aficiones. Así que conjuntamente y gracias a que él tenía más experiencia hicimos una bomba de aguafuerte. Por supuesto, como buenos adolescentes, la grabamos en vídeo para luego "colgarlo" en nuestro reproductor casero, porque de aquella, eso de internet no era muy de barrio. He de decir que el que grababa era yo y el que dice: pero no te muevas, era el otro. Pero qué quieren, era mi primera "gran explosión". Me moví.

Este revival de mi infancia incendiaria me vino a la cabeza despúes de ver en el informativo de Antena 3 a un chaval soplando harina sobre una vela. Ahora bien, ¿algún guaje emulará eso que llamaron experimento científico en su casa? Pues probablemente, y aprenderá muchas cosas haciéndolo. Dejen a sus hijos experimentar. Que quemen, destruyan, monten y desarmen, planten y desplanten, arranquen y repongan, pinten las paredes, agujereen las mismas (esto era lo que peor llevaba mi estupendo padre). Porque, ¿qué es el aprendizaje sin una experiencia directa? ¡Hay que buscar la playa debajo de los adoquines!

Un apunte final. Si algún día veis fuego en el monte gallego de enfrente, no sigáis caminando panchamente. Aunque tus familiares te digan que está muy lejos. Aunque quedes como el niño paranoico. Más vale dar el coñazo y quemarse diciendo: "¿Veis? os lo advertí", a quemarse sin llevarse con uno el gustazo del reproche. Y aquí se apaga la llamita de mi pequeño pasado incendiario.

Sigo pensando...

2 comentarios:

Patata Piloto dijo...

¡Qué bueno! (Entre mi hermano y yo también quemamos una mosca metiéndola por la ventanita del calentador, emulando el sacrificio de la Princesa Romy de Willy Fog).
>.< Cada vez que lo pienso... pobre bicho.
Pero me mola la lista de cosas que has quemado, jejeje. Antes hacíamos todo eso, aprendíamos y salimos normales (creo).

Jesús Sarmiento dijo...

jaja. Esa mosca no tuvo a su Rigodón. ¡Qué grande era Tico y su reloj solar!

Sí, puede decirse que no hemos terminado en el lado oscuro de la vida, pero normales, normales... ;)